Fuera de la promocion

Está bien, los pescados se cuentan muertos y nunca hay que festejar antes de tiempo. Pero cómo hace Central para no aflojarse la corbata del descenso, que la tuvo atragantada bajo la nuez durante un año o más. Cómo frenar el entusiasmo de la gente, cómo no prender la mecha de los fuegos artificiales, cómo no tentarse con esos ocho jugosos puntos que le lleva a Racing en la tabla más temida, que le permiten respirar y, si la matemática le tira una pared, poder salvarse definitivamente hoy.Sería un justo premio para el Canalla, que anoche jugó como se juegan las finales. Que se equivocó, seguro; que se desconcentró atrás, sin dudas; pero puso unas ganas, tuvo una valentía y un deseo por obtener estos tres puntos clave que eso disimula sus defectos. "¡Otra vez, otra vez!", repetía desconsolado Madelón, cuando Tigre, con más astucia que fútbol, le había empatado por segunda vez. Sí, el equipo de Madelón propuso más desde la intención y la acción, gritó primero con una trepada bárbara de Dadelón (cualquier similitud con Madelón es pura coincidencia...), pero a los tres minutos se dejó estar y lo empató Leyes, con un tiro que era centro y que se terminó colando por arriba de Castellano. Pero volvió a empezar el Canalla, insistió con el juego por las bandas, allí Papa por izquierda y el tándem Danelón y Costa por derecha fueron una pesadilla para Tigre. Con ellos, el fútbol del Kily, y la temible peligrosidad de Vizcarra, el local le cascoteó el rancho a Cagna una y otra vez. Vizcarra se comió un gol hecho y con Islas jugado a un palo, pero un minuto después hizo la más difícil: se hamacó, le pegó de afuera y la acomodó en un rincón. Y "otra vez", como decía Madelón, Tigre encontró el empate en un cabezazo-mano de Román Martínez, el mejor visitante. Pero más allá de las distracciones fatales, era demasiado castigo para Central.

Su mérito principal fue no caerse, hubiera sido lo más lógico bajar la intensidad, rendirse ante la adversidad. Pero el Canalla no bajó sus banderas y siguió insistiendo como si no hubiera mañana. Arzuaga rompió por izquierda, Vizcarra la peleó y Costa llegó vacío para marcar el tercero.

El partido se hizo partidazo porque el Matador salió a jugarse el resto, y en un ida y vuelta loco, el resultado, como chica fácil, coqueteó con los dos. Un minuto después de que Castellano le sacara dos goles a Pratto, llegó el cuarto, el de Arzuaga, en una jugada que nació mal por una falta de Costa a Rusculleda que Abal no avaló. Ahí, se encendieron los fuegos artificiales y, por una noche, el descenso fue una pesadilla del pasado.