Siempre presente

Barba de varios días, remera azul afuera del jeans sin cinturón, zapatillas desatadas a lo Maradona (sic), sonrisa imborrable... Así se lo ve a Manu Ginóbili en la noche del Luna Park, donde todas las miradas, pero todas en serio, se depositan en él. Chicos y grandes. Cholulos y de los otros. Tocarlo ya es algo así como una hazaña parecida a ganarle al mismísimo Dream Team.Anti divo total, no se cansa de firmar autógrafos. Da pasos lentos porque su tobillo todavía no se ve diez puntos, pero en cuanta nota hace recalca que la recuperación viene "bárbaro". Menos mal, es el pensamiento general, ya en la en recta final para los Juegos Olímpicos. Firma autógrafos, se saca fotos, cruza de punta a punta la cancha, en medio de fanáticos alaridos, sólo para darle un emotivo abrazo a un conocido de los viejos tiempos de Bahía.Eclipsa a quien tenga enfrente. Llámese Oberto o Delfino, que también comparten la "ansiedad" de seguir la preparación de la celeste y blanca desde afuera del rectángulo.Jura y habrá que creerle, que lo desespera vivir alejado de la acción que le provoca no tener entre manos su mayor tesoro: la pelota naranja. "No sé, hace como tres meses que no la vuelco. Me quiero matar", bromea. Ayer temprano, por lo pronto, tuvo lo suyo: jugó uno contra uno y respondió. "Verdaderamente, me siento mucho mejor. Estoy con humor y optimismo. Por ahora, el tobillo viene fenómeno", se ilusiona y a esta altura no duda que será el abanderado en Beinjing y también la voz cantante del equipo cuando empiece la competencia.Alienta a sus compañeros desde el banco. Marca movimientos rivales, gesticula, ordena con la mirada una jugada de defensa y enseguida otra de ataque. Hernández, el conductor del grupo, lo consulta y quiere escucharlo. Ni hablar los más pibes del plantel, que ven en él a "un dios deportivo".Le hacen marca personal todos. Algunos para cuidarlo, como Chad Bergman, quien fue enviado especialmente por los Spurs para supervisar su rehabilitación. "Se fue contento y con la intención de tranquilizar a la gente de allá", aclara el zurdo. Otros, sólo para curiosear, como los noteros del corazón que por estas horas dan lo que no tienen por tener la primicia de aunque sea "unas palabritas" de la mujer del bahiense. "Yo no hablo", aclara respetuosa la rubia y bonita muchacha. Manu, para no sembrar descontento, se anima a desnudar parte de su costado íntimo. Como confesarse "irresistible, pero sólo para mi mujer..." Agrega que de los quehaceres domésticos "no sé hacer nada, absolutamente nada". Que "tengo un armario especial para guardar mis zapatillas". Que "de los entrenamientos llego a mi casa vestido como me fui, porque el bolso queda siempre en el vestuario". Que la computadora "es mi amiga fiel, siempre estoy conectado". Y también que el Ginóbili-empresario "cada día va ganando más espacio en mi vida."